Pensemos en un deportista que se lesiona frecuentemente, cuando no es el isquio, es el soleo y, si no, la rodilla. Generalmente del mismo lado.

Se le aplica fisioterapia. Al cabo del tiempo, vuelta a jugar. Varios entrenamientos fuertes, nota que algo no está del todo bien. Reposo otra vez. Vuelta a entrenar suave. Ahora sale una pequeña molestia en la rodilla, quizás el tobillo. No es nada. Seguimos con la terapia. El jugador es fuerte, joven. Se recupera. Empieza a jugar. A los tres meses, recaída en el sóleo. O en el pubis.

Casos así no son infrecuentes. Cuando jugaba al fútbol tenía roturas de fibras cada dos por tres. Tras unas semanas, me recuperaba y volvía al campo a correr, chocar, saltar, y golpear el balón. Igual que siempre. Hasta que me volvía a romper. Así estuve mucho tiempo.

La clave en este párrafo es la frase “igual que siempre”. No cambiaba nada. Me lesionaba igual.

Cuando se producen repetidamente lesiones en la misma zona o lado del cuerpo, hay una gran probabilidad de que el problema de raíz se encuentre en los patrones mecánicos (postura activa) y de tensión musculo-esquelética del deportista, y no solo en la parte afectada directamente, sino en todo el cuerpo. Es posible que haya otros elementos que contribuyen, pero la repetición suele apuntar a problemas de descompensación habitualizada en la mecánica articular y muscular, así como en la posibilidad de patrones de sobretensión en zonas a veces alejadas del foco primario de la lesión. Si a esto le añadimos la repetición de esfuerzos (competición) intensos en corto espacio de tiempo, la recurrencia de lesiones es probable.

El cuerpo humano es un sistema integrado y, como tal, está totalmente interconectado entre sí, desde la cabeza a las uñas de los pies. Una lesión recurrente en el isquio derecho, por ejemplo, puede estar relacionada no tanto con el equipamiento muscular de dicho muslo, sino con patrones de contracción, tensión excesiva o mecánica incorrecta del sistema músculo-articular del cinturón pélvico. Incluso, aunque parezca extraño, con un patrón de tensión-relajación descompensado en la musculatura general del hemisferio corporal izquierdo.

En general, estos patrones actúan de manera inconsciente y en el caso de deportistas de élite —que normalmente cuentan con una elevada capacidad propioceptiva— se pueden corregir o mejorar significativamente a través de un trabajo individualizado encaminado a afinar y ajustar la consciencia cinestésica y el uso corporal.

¿Qué hacer en estos casos?

Las soluciones tradicionales pasan por tratamientos de fortalecimiento, reposo, aplicación dee frío, etc. Pero pueden adolecer de no contar con un diagnóstico y tratamiento integral basado en la consciencia de la existencia de patrones de sobretensión músculo-articular, la neutralización de dicha sobretensión, y la aplicación de pautas conscientes para la optimización biomecánica del deportista en actividad.

La Técnica Alexander no es una solución tradicional, aunque lleve con nosotros casi siglo y medio. Este enfoque nos abre al camino del aprendizaje y el control consciente de nuestro equipamiento musculo-esquelético. En otras palabras: si la señal eléctrica (mensaje) que envía el cerebro a la musculatura no es clara o, debido a un patrón reactivo, genera una sobretensión o descompensación mecánico-muscular, se puede producir un cortocircuito, el músculo no responde y se daña. Sin embargo, es posible aprender conscientemente a modificar esa señal (introducir nueva información en la CPU de nuestro sistema nervioso), y de esta manera modificar la respuesta neuromuscular, siempre, claro está, que el equipamiento muscular esté adecuadamente preparado. El resultado es la reducción o eliminación de la recurrencia de lesiones derivadas de la sobretensión y los patrones mecánicos descompensados.

La Técnica Alexander permite identificar patrones habituales de tensión e ineficiencia mecánica en el uso de nuestro cuerpo que provocan desequilibrio, dolor y lesiones. Una vez identificados, podemos integrar en nuestra respuesta mecánica la manera de neutralizar dichos patrones y sus efectos perjudiciales.

¿El resultado? Hace unos años yo no podía andar sin cojear y sin un dolor inhabilitante en la rodilla derecha. ¿Correr? Una quimera. Estaba resignado a que, en adelante, mi ejercicio estaría limitado a ir a pasear.

Tras integrar la Técnica Alexander en mi vida (de hecho, ahora me dedico profesionalmente a ella), actualmente vivo sin dolor, corro sin dolor, y he acabado satisfactoriamente cuatro medias maratones en 16 meses. Estoy muscularmente mejor que hace 20 años.

Y aunque a muchos les parezca mentira, he “crecido” 2,5 centímetros. Más que crecer, lo que he hecho ha sido reducir el “acortamiento” muscular provocado por la acumulación inconsciente de tensión y patrones contractivos en mi cuerpo. En realidad, hablamos del aprendizaje e internalización consciente de principios elementales de biomecánica y de su aplicación a la actividad deportiva sin caer inconscientemente en la sobretension. El sentido común aplicado al funcionamiento del cuerpo humano.